Date: February 24th, 2024
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La Casa Zariguëya

En 2020 construí, con el carpintero Marcos, una cabaña. La intención fue que sea oficina y taller, pero acabó siendo el hogar de Daniela y mío. Vivimos aquí desde entonces, con alfombras sobre los suelos de madera. Durante el tiempo de construcción, la zarigüeya estuvo muy presente.

La zarigüeya vive en toda América y es el único marsupial del continente. Su cuerpo mide unos 50 cm de largo y su cola prensil más o menos lo mismo. Es similar en tamaño a un gato. Tiene unas manos delicadísimas, casi como las humanas pero más finas. En Australia hay muchas otras zarigüeyas, incluidas 5 especies en miniatura con pequeños cuerpos de 10 cm y colas de 15 cm. Muchas están en peligro de extinción inminente.

Durante la construcción de la cabaña nos encontramos con zarigüeyas en el camino a la antigua casa y un día encontré una muerta, salvajemente atacada por perros. Los humanos también las matan a menudo. La colgué en un árbol para que se secara su esqueleto. Un par de años antes había enterrado una zarigueya pensando desenterrar sus huesos en unos meses, pero cuando cavé ya no quedó nada. Al cabo de unos meses recuperé del arbol su delicado cráneo y sus maravillosos dientes omnívoros. En la parte delantera son casi como plumas, para pelar o levantar pieles o membranas. Justo detrás están los incisivos, para cortar tejidos, y detrás dientes para triturar y, detrás, para moler.

Según una leyenda mexicana, la zarigüeya robó el fuego a los gigantes y a los jaguares para traérselo a los humanos. Hace 8000 años, en la costa ecuatoriana, los escultores le hicieron homenajes antropogénicos. Se mueve en la noche, sin peligro para los humanos, busca comida, trepa a los árboles y se desliza bajo los arbustos. Es amiga de los jardineros, pues se alimenta de babosas y otras plagas. Tal vez tenga a sus crías aferradas a su espalda, 8 o 10 pequeños todos colgando de ella mientras realiza su trabajo nocturno.

Monté el cráneo y las mandíbulas con sus maravillosos dientes sobre un pequeño trozo de tabla y lo colgué en la entrada de la cabaña que bautizamos como “Casa Zarigueya”. Con el paso de los años, el sol y la lluvia fueron erosionando los huesos y, al cabo de un tiempo, ya no quedaba casi nada en la tabla, así que la descolgué. Los huesos de la zarigueya son todos muy finos, como sus delicadas manos, por lo que no es de extrañar que se desvanezcan en el suelo.

Más o menos al mismo tiempo de descolgar la tabla, una zarigueya empezó a visitarnos todas las noches. Sólo la hemos visto una vez, cuando la sorprendimos y se quedó atrapada dentro de una bolsa de galletas para perros. Normalmente es muy rápida y sólo percibes la sombra de su presencia. Al parecer son conocidos por hacerse los muertos en situaciones de peligro (“Play possum”), pero mi experiencia es de agilidad y movimiento.

Ayer vino a visitarme como de costumbre. Le había dejado un cuenco con uvillas. Sólo cogió una, la abrió, se comió la fruta esférica dorada y tiró el envoltorio. Luego lamió el plato del gato y desapareció en la noche.

ENGLISH ___>

In 2020 I built, with the carpenter Marcos, a cabin. It was meant to be an office and workshop but ended up being home for Daniela and I. We have been living here since then, carpets on the wooden floors. During the time of building, the zarigueya – or possum – was very present in various ways.

The zariguëya lives throughout the Americas and is the only marsupial of the continent. Her body is about 50 cm long and its prehensile tail about that again. More or less like a cat. She has the most delicate hands, almost like human hands but finer. In Australia there are lots of other zariguëyas, including 5 species of miniature ones with little bodies of 10cm and tails of 15 cm. Many are in danger of imminent extinction.

During the construction of the cabin we encountered zariguëyas on the track to the old house and one day I found one dead, savaged by dogs. Humans often kill them too. I hung her up in a tree to dry out her skeleton. A couple of years before I had buried a zariguëya thinking to dig up its bones in a few months but when I dug there was nothing there anymore. After some months I retrieved her bones and particularly her delicate skull and wonderful omnivorous teeth. At the front they are almost like feathers, for peeling or lifting skins or membranes. Just behind them are the incisors, for cutting into tissues, and then behind them teeth for shredding and, at the back, for grinding.

According to a Mexican legend, the zariguëya stole fire from the giants and the jaguars to bring it to the humans. 8000 years ago on the Ecuadorian coast, sculptors made anthropomorphic homages to her. She moves in the night, no danger to humans, foraging, climbs trees and slips beneath bushes. She is a gardener’s friend as she eats slugs and other pests. Maybe she will have her babies clinging to her back, 8 or 10 little ones all hanging onto her as she goes about her nightly work.

I mounted the skull and jaws and their wonderful teeth on a small piece of board and hung it in the entrance of the cabin which we named “Casa Zariguëya”, the zariguëya’s house. Over the years the sun and the rain gradually eroded the bones and after a while there was next to nothing left on the board so I took it down. The bones of the zariguëya are all very fine, like her delicate hands, not surprising that they just fade back into the soil.

More or less at the same time as taking down the board, a zariguëya began to visit us every night. We have only seen her once, when we surprised her and she got stuck inside a bag of dog biscuits. Usually she’s very quick and you just perceive the shadow of her presence. Apparently they are known for playing dead in dangerous situations – playing possum – but my experience is of agility and movement.

Yesterday she came to visit as usual. I had left a bowl of uvillas out for her. She had taken only one from the bowl, opened it and eaten the spherical golden fruit and discarded the wrapper. Then she licked the cat’s bowl clean and disappeared back into the night.

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